Cuando damos con un camino diferente, uno que se desvía de los parámetros de lo convencional, nos descubrimos envueltos en una cotidiana red de estigmatización; esto nos impone la tarea de soportar el escudriño constante de quienes esperan hasta el menor paso en falso de nuestra parte para poder señalarnos y mostrarnos cuánto nos hemos equivocado. Pero ahí estamos también nosotros, los que nos desviamos de nuestro propio primer incentivo -o bien tomamos un concepto y lo dotamos de nuevos aspectos- y extendemos ese camino hacia otros espacios un tanto más apartados.
Quizás el fallecimiento de Mari López, youtuber que promulgaba la dieta vegana como cura a un estado tan complejo como es el cáncer, pueda darnos una introducción más clara a este aspecto.
La persona en cuestión, había sido diagnosticada con cáncer en el año 2015. Al contrario de recibir el tratamiento convencional para dicha enfermedad decidió centrarse (entre otras cosas, como creencias y hábitos religiosos) en su dieta, la cual tendría una duración de noventa días, basada esta en el abandono absoluto de todo producto de origen animal. Luego de este lapso, Mari afirmaba que se había curado.
En diciembre del año pasado, finalmente falleció a causa de su cáncer; y las primeras olas de información nos comentan que la susodicha vegana se topó con este esperado final, pero no con aires de lamento o cierta compasión; pareciera ser que el motivo de la divulgación de este lamentable hecho tiene sus raíces en la falsa dieta vegana “mágica”, esa que lo soluciona todo.
Ahora, a razón de no desviarnos de nuestro mensaje pretendido, sin quitarle importancia al triste hecho, quisiéramos remarcar la proliferación altamente extendida de tan diversas opiniones o sesgos acerca del estilo de vida vegano, que seguramente tenga como raíz este tipo de difusiones confusas (sea, por ejemplo, lo saludable, ecológico, espiritual, etc.).
Es acá donde nos toca ofrecer nuestra parte, y nos toca decir que es la vida, los derechos de los animales cuyos intereses principales tanto se asemejan a los nuestros lo que nos impulsa a ofrecerles algo tan valioso como es el respeto, respeto por sus deseos de no ser lastimados, de evitar el dolor y a los derechos que estos tienen de llevar una vida digna.
Y, finalmente, queda por resaltar la pulsión que nos lleva a señalar al que hizo las cosas de una manera diferente, pero no cuando este logró una mejora para alguien más o para su vida misma; sino cuando es evidente que las cosas le salieron mal, por desviarse del camino convencional o “correcto”, para tener una razón más para no salir de nuestra actual conformidad.
No se trata de lograr un estado superior, ni de alcanzar metas que nos exceden: se trata de respeto, de igualdad.