Como instructor de combatientes para el ejército de los EE.UU. (incluyendo los Marines, los Rangers del Ejército de los EE.UU. y los SEALs de la Marina de los EE.UU.), así como un ex combatiente de la UFC, veo el cuerpo humano como una máquina poderosa con el potencial para la excelencia en muchas áreas, incluyendo la fuerza, la velocidad, la resistencia, y la recuperación. Hasta que me lesioné gravemente mientras entrenaba, nunca pensé que este potencial tenía mucho que ver con la comida, que yo veía principalmente como sólo calorías y proteínas.

Pero, incapaz de entrenar durante seis meses después de mi lesión, empecé a investigar la dieta óptima para la recuperación y me encontré con un estudio sobre los gladiadores romanos que concluía que comían poca o ninguna carne. Esto me pareció muy descabellado, ya que estaba seguro de que las proteínas animales eran necesarias para construir músculo, mantener los niveles de energía y recuperarse de una lesión. Así que volé a Austria para reunirme con los investigadores que hicieron este descubrimiento y me fui convencido de que los gladiadores – conocidos en ese entonces como Hordearii, o “los hombres de la cebada” – realmente entrenaban y competían con una dieta basada en plantas.

Este sorprendente descubrimiento me lanzó en una búsqueda de cinco años de la Verdad en la Nutrición, inspirada en la filosofía de la Verdad en el Combate de Bruce Lee: “Investiga tu propia experiencia, absorbe lo que es útil, rechaza lo que es inútil, añade lo que es específicamente tuyo.” Comenzando con esta mentalidad, puse a prueba todos los prejuicios que tenía sobre la nutrición, viajando a cuatro continentes para reunirme con docenas de los atletas más fuertes, rápidos y resistentes del mundo, así como con los principales expertos en atletismo, nutrición y antropología.

Lo que descubrí fue tan revolucionario, con implicaciones tan profundas para el desempeño y la salud humana -e incluso para el futuro del planeta mismo- que tuve que compartirlo con el mundo.

— James Wilks